Rubén Ruiz, secretario general de la Asociación del Personal Jerárquico de la Industria del Gas Natural, Derivados y Afines (APJAZ), se refirió al desmantelamiento del proyecto de planta procesadora de gas natural licuado (GNL) en Río Negro, el rol de las empresas privadas en las decisiones energéticas del país, y los riesgos de no contar con una política pública sólida 

– ¿Qué representa el abandono del proyecto de la planta de GNL en Río Negro?

Este último tiempo en donde se ha desarmado el proyecto de la planta procesadora de gas natural para transformarlo en gas natural licuado en Río Negro, que habilita pensar que en el campo energético estamos atrás de lo que quieran las empresas privadas. Más allá de que se pueda discutir sobre las inversiones, el problema aquí es que han armado y desarmado empresas, consorcios en función de sus propios intereses y no del interés nacional.

 ¿Qué ocurrió con el consenso político en torno al proyecto?

No sé si ustedes recuerdan, hace dos o tres meses hubo una fuerte discusión entre los Gobiernos Nacional, provincia de Buenos Aires y Entre Ríos para ver dónde se emplazaba esa planta de industrialización del gas, resulta que todo eso se cayó. Y la planta no se va a hacer, esa inversión de 30 000 millones ahora va a ser reemplazada por una exportación de gas natural licuado mediante barcos extranjeros.

A partir de ahora, todos los actores, la Secretaría de Energía, el Gobierno Nacional, de Río Negro, dicen que en realidad la construcción de la planta nunca fue algo serio que estuviera en la mente de los inversores. ¿Y qué es mejor para los barcos? Entonces, uno se pregunta por qué toda esta discusión y por qué no haberla hecho desde Bahía Blanca, por ejemplo. Ya estaríamos exportando. Bueno, nada de esto tiene respuesta.

– ¿Qué consecuencias tiene este cambio en la estrategia energética?

Entonces Los constructores y los transportistas en el mundo Estados Unidos, Corea, Japón, Noruega, Italia y otros, Rusia, Gran Bretaña, China hacen su negocio y presionaron para que esta planta no existiera en Río Negro. Claro, hicieron su lobby y ellos son los que van a procesar y van a transportar el gas entonces desde nuestro país. La verdad que es como una renuncia de soberanía y el costo económico que esto tiene para para los trabajadores de la zona,  y el país en general.

 

– ¿Cómo se explica la formación de los consorcios internacionales que operarán en el país?

El único consorcio conformado se llama Shauader Energy. Participan Pan American Energy, Pampa Energía, YPF, Harbour Energy (británica) que está  sacando recursos naturales de las Malvinas y  la Noruega Golar.   Por ejemplo, se le alquila el barco procesador. También hay un segundo consorcio liderado por YPF y Shell, y un tercero con Eni. No es que “no pasó nada”; hubo una clara presión internacional para que el proyecto argentino no prospere.

– ¿Qué opina sobre el avance de proyectos en otras provincias como Chubut?
En Chubut, ante el agotamiento de pozos convencionales, se legisla para habilitar la explotación no convencional. Y ahora dicen que allí sí quieren hacer la planta, en el Golfo San Jorge. Pero esto solo repite el esquema de ilusiones baratas  y no tener esa política pública nos está saliendo carísimo a todos los argentinos.

 
– ¿Qué posición tiene respecto del rol del Estado en este contexto?

Esta administración promueve que todo lo maneje el mercado. Pero en un país como Argentina, con una historia de intervención estatal necesaria, eso no funciona. Desde la reforma constitucional del ‘94, lo que estaba en el subsuelo argentino era de todos los argentinos y lo provincializaron. Es muy difícil como país pelear contra los monopolios internacionales, imagínense como provincia. Esto no quiere decir que las provincias no tienen que tener injerencia en el manejo de sus recursos. Lo que quiere decir, para nosotros por lo menos, es que tiene que haber un proyecto Nacional. Que lo hubo. De hecho, nosotros venimos  del Estado.

– ¿Y qué pasa con los trabajadores del sector energético?

Están preocupados por cómo llegar a mañana. Es una discusión más estratégica, pero es que precisamente también la queremos dar,  porque nos están acostumbrando a discutir solamente cómo sobrevivimos .

– ¿Cuál es la situación con el Gasoducto Néstor Kirchner y el abastecimiento del norte del país?
Se hizo una reversión mínima del gasoducto norte, que lleva gas a Brasil vía Bolivia. Pero si se quiere exportar entre 15 y 30 millones de metros cúbicos por día, las empresas privadas deberán invertir más. Y eso es difícil porque las privadas te dicen, "Bueno, si yo pongo qué me das." Independientemente de que el consumo de gas en el norte argentino pudiera ser más barato y las exportaciones a Brasil nos dieran dinero.

 Por lo que  nadie invierte si no hay un beneficio directo. Además, se necesita terminar el segundo tramo del gasoducto Kirchner, que ahora tiene otro nombre.

– ¿Qué pasó con la crisis del barco de GNL en las costas argentinas?

Hace poco, un barco de GNL de Brasil estuvo parado en nuestras costas porque no se le quería pagar lo acordado. Los brasileños casi se van. Se quedaron porque Lula  a mí juicio, es un presidente sensato y no quiso tener un conflicto mayor. Pero si seguimos sin una política energética coherente, nadie nos va a esperar.

– ¿Qué está en juego, en última instancia, con la política energética?
A futuro la energía, los alimentos y el agua van a ser la guerra del siglo XXI. Y nosotros tenemos las tres cosas. Si no la usamos a favor nuestro, alguien lo va a usar a favor de él. Por eso es importante que los argentinos y argentinas, por lo menos sepan,  inclusive para discutirlas.