Hace 56 años, obreros y estudiantes protagonizaron una de las jornadas más emblemáticas de resistencia al autoritarismo en la historia argentina. Durante casi 24 horas, tomaron el control del centro de la ciudad de Córdoba en una pueblada que marcó un punto de quiebre para la dictadura militar de Juan Carlos Onganía. El Cordobazo, como se conoció a esa rebelión, fue la expresión colectiva de un hartazgo extendido ante la represión, el ajuste económico y la exclusión política.

El régimen militar, instaurado en 1966 tras derrocar al presidente Arturo Illia, cercenó las libertades democráticas, persiguió a las organizaciones sociales y prohibió la actividad política. A estas medidas se sumó una ofensiva económica liberal impulsada por el ministro Adalbert Krieger Vasena, que incluyó la suspensión de convenios colectivos, congelamiento salarial y medidas de flexibilización laboral. Una disposición en particular —la derogación del “sábado inglés”, que garantizaba el pago doble para las horas trabajadas después del mediodía del sábado— fue el detonante directo para la protesta.

El clima de conflictividad se agudizó con la represión en las universidades. El 15 de mayo de 1969, en Corrientes, la policía mató al estudiante Juan José Cabral durante una manifestación contra la privatización del comedor universitario. Al día siguiente, en Rosario, murieron otros dos jóvenes, Luis Blanco y Adolfo Bello, en movilizaciones de repudio. La indignación se propagó por todo el país.

En Córdoba, donde confluyeron un poderoso movimiento obrero, un estudiantado combativo y la influencia del pensamiento del Tercer Mundo dentro del catolicismo, se gestó la protesta masiva. La Confederación General del Trabajo, dividida a nivel nacional, logró unificar posiciones en esa provincia y convocó a un paro activo para el 29 de mayo. A las 11 de la mañana, las columnas obreras comenzaron a marchar desde las fábricas hacia el centro.

La policía intentó frenar la movilización con represión directa. En ese contexto, el obrero metalúrgico Máximo Mena fue asesinado por las fuerzas de seguridad. La violencia estatal desató una reacción popular inesperada. Trabajadores, estudiantes y vecinos tomaron el centro de la ciudad con barricadas, piquetes y enfrentamientos. La policía no pudo contener la movilización, y fue necesaria la intervención del Ejército para retomar el control al día siguiente.

Aunque no existen cifras oficiales, se estima que más de 30 personas murieron como consecuencia de la represión. Cientos fueron detenidas, entre ellas los principales referentes sindicales: Elpidio Torres, Atilio López y Agustín Tosco.

Para el historiador Gabriel Di Meglio, el Cordobazo fue “el resultado de una oposición general al ajuste económico y al autoritarismo de la ‘Revolución Argentina’”, y a la vez “un instante de victoria”. En su análisis, destaca la confluencia de múltiples sectores y el modo en que el hecho logró alterar el curso de los acontecimientos políticos. “Fue el punto de partida de una radicalización política y social de grandes proporciones”.

El Cordobazo forzó la renuncia del gobernador de facto Carlos Caballero y significó el principio del fin para el gobierno de Onganía, que cayó poco más de un año después.

Hoy, ese estallido popular conserva una potencia simbólica y política vigente. En un contexto de avance de discursos autoritarios, represión y retroceso en derechos laborales, recordar el Cordobazo no es solo un ejercicio de memoria: es también un acto de reafirmación de las luchas colectivas que forjaron la historia argentina.