César Piscoya, laico peruano  trabajó con el entonces obispo Roberto en la diócesis de Chiclayo, recuerda cómo fue ese proceso pastoral, los desafíos, resistencias y las claves del liderazgo que ahora se proyectan al pontificado de León XIV.

Entrevista a César Piscoya  sobre León XIV (antes Roberto) y su misión pastoral en Chiclayo

—¿Cómo comenzó tu cercanía con Roberto y qué significó asumir un rol como laico en la diócesis de Chiclayo?
Él me invita a animar el proceso de renovación y evangelización en la diócesis de Chiclayo y me invita a asumirlo en su coordinación como laico. Y en esa oportunidad me tocaba acompañar a sacerdotes, religiosos y laicos.
Y me puso delante de aquello que exige una responsabilidad y compromiso ante la confianza que Roberto me da. Para ello uno, gracias a Dios, estaba preparado también y esa preparación se la debo a Roberto por los años que él estuvo compartiendo conmigo mucho antes del trabajo en Chiclayo.


¿Cuál era la orientación pastoral que se promovía?
La orientación se sustentaba en el Concilio. Porque él llega a una diócesis que por 60 años estuvo acompañada por la obra, donde hay una forma de concebir la Iglesia, una manera y un estilo y una expresión religiosa que en el contexto no era fácil comprender que un laico tendría que ir asumiendo como la dirección o la coordinación de esas tareas que eran propias de los sacerdotes.
Yo creo que ya allí hay una manifestación importante de él como un referente o hijo del Concilio. Queremos una Iglesia de la comunión, una Iglesia pueblo de Dios, que también nuestro querido Papa Francisco nos lo dejó en su teología del pueblo de Dios.
Yo compartiría primero esto que me gustaría que se haga eco, porque ya es una expresión de lo que va a ser su pontificado.


—¿Crees que este perfil es lo que el Papa Francisco buscaba en su sucesor?Precisamente ahí quiero hacer un punto, porque es lo que creo que el Papa Francisco estaba buscando como el sucesor. El apóstol, el pastor, el que oriente, ordene y dirija, pero además incorpore, sume gente a la Iglesia.


—¿Qué fue lo que Roberto te pidió concretamente al asumir este proceso pastoral en 2017 ?
Él me expresó primero: "César, por sobre todo, la unidad". Y ustedes lo han escuchado en el mensaje que él nos da el día que fue elegido Papa. Él dice: "Todos nos involucramos".
¿Y por qué él me hablaba de la unidad? Porque como buen agustino, la comunión es carisma de la orden. Y entonces esa expresión de comunión y de unidad es expresión, no solamente del agustino pastor, sino también de este hombre  que quiere hacer expresión del Concilio en su animación pastoral.


—¿Qué otras ideas centrales impulsó en su liderazgo pastoral?
En segundo lugar, la corresponsabilidad, lo que ahora hablaríamos de sinodalidad. Él recoge lo que ya Benedicto XVI nos ayudó en el salto de Juan Pablo II: no solamente somos colaboradores de los sacerdotes, de los obispos. Somos corresponsables de esa misión evangelizadora.
Entonces, la comunión en su expresión teológica de corresponsabilidad también es como el norte, el fundamento de su servicio y su trabajo pastoral que me permite acompañar y animar como laico, además en un contexto muy particular al inicio de 2017 en la diócesis de Chiclayo.


—¿Cómo fue recibido en Chiclayo al inicio de su gestión?
Ahora todos somos amigos de Roberto, todo lo de él nos cae bien, ahora que es pontífice. Sin embargo, esto no fue así. Cuando él es nombrado administrador apostólico, no era reconocido. Costó mucho a los sacerdotes e incluso a laicos aceptarlo como obispo.
Recuerdo que los comentarios decían  ¿Y qué quiere hacer este agustino aquí? ¿Y qué puede hacer él? Eran años de Opus Dei y años de obispos de la obra, y el temor de lo que él pudiera renovar o cambiar estaba a flor de piel.


—¿A qué atribuías esa resistencia que se generaba en ese tiempo?
Como ahora en algunos medios lo he leído— decían: "Roberto es progresista". No, Roberto no es ni de derecha ni de izquierda. Roberto es hombre de Iglesia. Él sabe estar con el que sufre, con el necesitado, con el pobre. Se acongoja, se involucra, lo asume. Le reivindica, le da lo que es en su dignidad como persona a través de la escucha y del diálogo.
Pero él también sabe estar con aquel que tiene, con aquel que carece de repente de ese espíritu de esperanza, aun cuando tiene mucho dinero, aun cuando puede estar en un espacio de mucho lujo. Roberto sabe estar con todos.
Pero el temor de la obra del Opus Dei era que Roberto iba a generar eso: una renovación de repente radical a sus costumbres. Y eso no era así, no es una persona que arremete, Roberto busca diálogo, busca escuchar, busca consenso y construye con lo que hay.


—¿Cuál fue su estilo ante esa desconfianza inicial?
Su estilo era vamos siempre con calma, respetemos los procesos. No dejemos de mencionar a Francisco, a Benedicto XVI,  porque sabía que era bien acogido en el contexto.
O "no dejemos de mencionar a Juan Pablo II", porque para el Opus Dei, Juan Pablo II era su referente de pontificado. Entonces, siempre esa experiencia marca a Roberto como pastor, pero también asusta a la obra en esos primeros años de Iglesia.


¿Qué opinas de que desde sectores ideológicos en Argentina se quiera apropiar de su figura?
Para él, el Evangelio es expresión de una acción pastoral que el magisterio busca explicitarlo en el Concilio. Y él es un hijo del Concilio, así como es hijo de Agustín, por supuesto.
Y yo creo que no podemos perdernos. Si tenemos claro el Concilio y los fundamentos que él marca desde el Concilio Vaticano pastoral (que es Iglesia, misterio y comunión) que luego se va a expresar en la teología del pueblo de Dios, entonces no podemos confundirnos. No es de derecha, pero tampoco es de izquierda. Esto es importante.


Teniendo en cuenta que su llegada a Chiclayo no fue fácil, ¿cómo será su experiencia ahora en el Vaticano?
Creo que la experiencia, que no es grande pero sí significativa, de nuestra diócesis en Chiclayo nos marca como Iglesia una pauta, pero a él también un ejercicio en la misión que ha de asumir.
Por eso, Roberto, lo digo entre comillas "cae bien". Tanto con los que son progresistas como los que son conservadores. Porque Roberto pone el equilibrio, es horizontal en los diálogos y porque además es una persona muy preparada.
Su disciplina, su fortaleza, le ayuda. Es un hombre de mucha lectura, de mucho estudio. Así que yo sé que no será fácil, pero tampoco será complicado, porque la invitación que él hace es que lo hagamos juntos.
En su primer mensaje como Papa habló de paz. ¿Qué importancia tiene para él ese tema?
En el mensaje a los comunicadores: hay que desarmar la comunicación o el mensaje, para tener cuidado  lo que se expresa y que pueda generar violencia. Él no es alguien que viene a hacer confrontación. Él se ubica, se involucra y con los que vamos haciendo una propuesta de Iglesia del Concilio, va construyendo. Y con los que no, y les cuesta, los llama a un costado, dialoga con ellos, les escucha y no deja de invitarles a sumarse a ese proceso y ese camino.
Yo estoy seguro que ese es el Roberto, ahora León XIV, que va a acompañar nuestra Iglesia. No vino a confrontar, sino a construir desde el diálogo.