En una ceremonia histórica, casi 150 delegaciones oficiales y más de 250.000 fieles se congregaron en la Plaza San Pedro para despedir al papa Francisco en un funeral cargado de emoción. Tras la misa exequial, oficiada por el cardenal Giovanni Battista Re, el féretro fue trasladado a la basílica de Santa María la Mayor, donde ya descansa en paz.
Durante la homilía, Battista Re evocó la misión pastoral de Francisco, quien definía a la Iglesia como un "hospital de campaña", siempre presente allí donde se libran las batallas del sufrimiento y la injusticia. Frente a la “cultura del descarte”, recordó, Francisco impulsaba la cultura de la fraternidad y la misericordia, convencido de que "nadie se salva solo".
Sus palabras, junto al recuerdo de la incansable lucha de Jorge Bergoglio por la paz, provocaron aplausos espontáneos entre la multitud, que había aguardado bajo el sol de Roma durante horas en respetuoso silencio.
“No os olvidéis de rezar por mí”, repetía Francisco en cada encuentro. "Hoy, te pedimos que seas tú quien rece por nosotros", exclamó Battista Re, en un sentido mensaje final, evocando el abrazo que el pontífice ofreció simbólicamente a toda la humanidad el último domingo en esa misma basílica.
Ahora, bajo una losa de mármol de Liguria —tierra de sus raíces italianas— reposa el primer papa latinoamericano de la historia: aquel que vino "del fin del mundo" para renovar el sentimiento de una Iglesia cercana, humilde y abierta a todos.